La pintura no es más que el desposorio con la luz. Un desposorio en que la luz acepta ser manejada, no dominada como sucede en otras artes. Acaso lo que tienen en común todas ellas sea que el caudaloso río de la realidad, al percutir en quienes las ejercen, hace saltar la deseada chispa, distinta en cada una. Acaece que el arte -la poyesis platónica, la creación, la poesía en definitiva- es como un líquido que adquiere la forma del recipiente en que se vierte. Y tal creación tomará el aspecto de escultura o música o arquitectura o literatura o pintura, según su dominación se ejerza sobre el volumen o el tiempo o el ritmo o la palabra o el color o la luz. Pero la luz no se deja domesticar, sino que reta al que la mira e impone su infinita monarquía.

Antonio Gala